Werner, de 62 años, lleva viviendo en Argentina 7, en la localidad de Cachi, donde se pasea ataviado como un sacerdote druida comando, con una chaqueta negra con botones de asta de ciervo, una pollera a media pierna y botas estilo texano.
“Eso tiene una explicación: donde estoy construyendo el ovnipuerto, en Fuerte Alto, a cuatro kilómetros del poblado, está lleno de víboras y de viudas negras”, dijo al diario El Tribuno.
La razón de la forma de su obra le fue revelada en una velada de comunicación astral con entidades aparentemente extraterrestres:
“ Yo estaba allá, en Fuerte Alto con mi vecino Luis. Era la medianoche del 24 de noviembre de 2008. Se sentía desde abajo, el ruido de una fiesta en el Complejo Deportivo. De pronto todo quedó en silencio y se cortó el suministro de energía. Era la oscuridad total. ‘Es una noche de ovnis’, le dije a Luis. Y no había terminado la frase cuando dos objetos luminosos avanzaron a unos 200 metros sobre el río Calchaquí. Estaban a la altura de mis ojos, desde mi posición. Eran sólidos, circulares y como de metal bruñido. No sé por qué, pero mentalmente les pedí que se acercaran. ¡Y lo hicieron! Se posaron a unos 100 metros sobre nuestras cabezas y proyectaron sobre nosotros un haz de luz poderoso, increíble, que nos hacía ver a ambos como seres con brillo propio. Lo curioso es que ese extraordinario spot no nos afectaba la visión. En ese momento algo comenzó a bullir por mi cerebro: era una orden. Me pedían telepáticamente que construyera el ovnipuerto. Y en eso estoy. La parte central, casi terminada, solo falta lo colateral”, narró Werner.
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