Un extraño cristal que data de hace
4.500 millones de años (quizá sea anterior a la Tierra misma) fue
hallado al este de Rusia por un grupo de científicos de Princeton.
Presumiblemente el cristal llegó a la Tierra en un meteorito, lo que
probaría que hay cristales que pueden formarse en la naturaleza fuera de
nuestro planeta.
Un exótico fragmento de mineral, tan raro que hace poco habríamos insinuado que era imposible que existiese, fue hallado en una recóndita región al este de Rusia.
Presumiblemente el cristal llegó a la Tierra en un meteorito y los investigadores calculan que su formación data de hace 4,500 millones de años, por lo cual tal vez pudiese ser más antiguo que nuestro planeta, pues en esos tiempos incluso nuestro sistema solar se hallaba apenas en sus años mozos.
El mineral fue identificado hace casi tres años, pero las labores de análisis fueron complejas y no fueron publicadas hasta recientemente, por un grupo de investigadores de la Universidad de Princeton, en Proceedings of the National Academy of Sciences. Pero lo que más ha llamado la atención de los científicos es que se trata de un quasicristal formado naturalmente, algo que hasta hace poco se creía imposible.
“El descubrimiento es una importante evidencia de que los quasicristales pueden formarse en la naturaleza, bajo ciertas condiciones astrofísicas, y provee evidencia de que esta fase de la materia puede mantenerse estable a lo largo de miles de millones de años” afirmó Paul Steinhardt, de la Cátedra Albert Einstein, en Princeton, y uno de los líderes de la investigación.
La estructura interna de los quasicritsales ha fascinado a los científicos ya que si bien son minerales sólidos, que externamente semejan cualquier otro mineral, están formados a partir de un intrigante orden atómico que involucra, a diferencia de los cristales ordinarios, patrones formados por dos o más cúmulos de átomos. Esto provoca que manifiesten formas tan extravagantes como un icosahedro de veinte lados. El primer quasicristal que se produjo sintéticamente fue obra del científico israelí Dan Schetman, labor que le valió el premio Nobel en 1984.
Mientras tanto los investigadores seguirán aprovechando este preciado mineral para extraer más conclusiones ya que al parecer se trata de una especie de caja de Pandora informática, de la cual podrían emerger respuestas valiosas respuestas.
Un exótico fragmento de mineral, tan raro que hace poco habríamos insinuado que era imposible que existiese, fue hallado en una recóndita región al este de Rusia.
Presumiblemente el cristal llegó a la Tierra en un meteorito y los investigadores calculan que su formación data de hace 4,500 millones de años, por lo cual tal vez pudiese ser más antiguo que nuestro planeta, pues en esos tiempos incluso nuestro sistema solar se hallaba apenas en sus años mozos.
El mineral fue identificado hace casi tres años, pero las labores de análisis fueron complejas y no fueron publicadas hasta recientemente, por un grupo de investigadores de la Universidad de Princeton, en Proceedings of the National Academy of Sciences. Pero lo que más ha llamado la atención de los científicos es que se trata de un quasicristal formado naturalmente, algo que hasta hace poco se creía imposible.
“El descubrimiento es una importante evidencia de que los quasicristales pueden formarse en la naturaleza, bajo ciertas condiciones astrofísicas, y provee evidencia de que esta fase de la materia puede mantenerse estable a lo largo de miles de millones de años” afirmó Paul Steinhardt, de la Cátedra Albert Einstein, en Princeton, y uno de los líderes de la investigación.
La estructura interna de los quasicritsales ha fascinado a los científicos ya que si bien son minerales sólidos, que externamente semejan cualquier otro mineral, están formados a partir de un intrigante orden atómico que involucra, a diferencia de los cristales ordinarios, patrones formados por dos o más cúmulos de átomos. Esto provoca que manifiesten formas tan extravagantes como un icosahedro de veinte lados. El primer quasicristal que se produjo sintéticamente fue obra del científico israelí Dan Schetman, labor que le valió el premio Nobel en 1984.
Mientras tanto los investigadores seguirán aprovechando este preciado mineral para extraer más conclusiones ya que al parecer se trata de una especie de caja de Pandora informática, de la cual podrían emerger respuestas valiosas respuestas.
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