En Septiembre de 1961 un matrimonio americano afirmó haber sido llevado a bordo de un OVNI y examinado detenidamente por sus ocupantes. El relato de los hechos conmocionó, cinco años después, a todo el mundo occidental, y pronto comenzaron a salir a la luz casos similares que pusieron de relieve la existencia de una realidad hasta ese momento casi totalmente ignorada. Tras la experiencia del matrimonio Hill la ufología tuvo ante sí una nueva pieza por la que empezar a componer el gran rompecabezas de los OVNIs. | |
Al terminar la década de los cincuenta la historia moderna de los OVNIs parecía haber alcanzado su clímax. Los OVNIs ya no eran sólo aquellas luces difuminadas que se limitaban a surcar nuestra atmósfera, ni tampoco los, en general, elusivos extraterrestres de los primeros aterrizajes; por el contrario, nos encontrábamos en la avanzada fase de los «contactados», en lo que J. Allen Hynek denominó Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. En definitiva, los extraterrestres habían entrado ya en contacto –aunque no necesariamente físico– con los terrestres y nosotros, impresionados por esos contactos de quienes considerábamos nuestros hermanos mayores del cosmos, esperábamos de ellos la solución a todos nuestros graves problemas.
A Portsmouth Por La U.S.3Ocurrió la noche del 19 al 20 de Septiembre de 1961. Barney Hill y su esposa Betty Miller regresaban de Canadá, donde habían pasado unos días de vacaciones. El Chevrolet Bel Air que conducía Barney avanzaba por la zigzagueante U.S.3, la carretera nacional que lleva a Portsmouth, localidad donde los Hill tenían su residencia. -Antes de las tres de la madrugada habremos llegado -precisó Barney. La radio del coche, entre ráfagas de música, había advertido de la presencia de un huracán que parecía dirigirse a la zona del Estado de Vermont, donde ellos se encontraban. -Todo tan solitario..., y ese huracán... -comentó intranquila Betty. Barney, que intentaba tranquilizarla, añadió: -Estamos cerca de Colebrook. Allí podremos comer algo. Fue una colación rápida porque Betty, cada vez más agitada, deseaba llegar lo antes posible a casa. -No te preocupes; antes de las tres estamos en casa. La luna, enorme y brillante, iluminaba la carretera y Barney fue ganando tiempo. En el coche todo era silencio. Delsey, la perrita de los Hill, dormía en el suelo del coche, a los pies de Betty. Y ésta empezaba ya a adormilarse cuando... -¿Ves esa luz, Barney? Y Barney, distraído: -Sí, llevo un rato viéndola. Seguramente es un satélite. Pero la luz, inicialmente lejana y con una velocidad constante, pareció girar y se fue agrandando. -Creo que se dirige hacia aquí... -se inquietó Betty. Y en ese instante, despertando, Delsey inició un gemido medrosa. Detuvieron el auto y, en tanto Betty paseaba a Delsey, Barney enfocó unos prismáticos en dirección a la luz, que mantenía ahora una dirección errática. Finalmente, volvieron al coche. Barney, inconscientemente, aumentó la velocidad. También él empezaba a presentir una extraña amenaza. Una amenaza que se iba materializando porque aquella luz, ahora más cercana, mostraba una figura alargada envuelta en un juego de colores parpadeantes que iban del rojo al naranja y, luego, del verde al azul. Y aquel objeto –un objeto material, sólido, sin parecido alguno con cualquier nave terrestre– se ciñó al coche y lo fue siguiendo. Era un objeto enorme, amedrantador. Delsey gemía inquieta. Y el objeto, ahora enfrentando el coche, había dejado su juego de luces cambiantes y se mostraba cegadoramente blanco. Betty, que parecía fascinada por la belleza de la luz que desprendía el objeto, gritó a Barney: -¡Detente! ¡Nunca has visto una cosa así! Barney llevó el coche a un lado de la carretera y, dejando el motor en marcha, bajó. Enfocó los prismáticos y... «En tanto Barney miraba a través de los prismáticos, el enorme objeto su diámetro tenía la misma anchura que la distancia entre dos de los postes del teléfono a lo largo de la carretera dio silenciosamente una vuelta completa sobre la carretera, quedando sólo a unos treinta metros de distancia de ellos. La doble hilera de ventanas de aquel objeto era ahora perfectamente visible». A partir de ese momento, posado ya el objeto en el suelo, Barney intuyó –lo intuyó con la fuerza de una certeza– que iba a ser raptado. Y sintió terror, pánico. Temblando, arrancó sus pies, que parecían atornillados al suelo, y salió huyendo en dirección al coche. Subió en él y, al tiempo que arrancaba, pidió a Betty que mirara por la ventanilla. El pobre Barney estaba al borde de la histeria y temía ser perseguido por aquel objeto. Betty dijo luego que miró y no vio nada. El objeto, aparentemente, había desaparecido, pero cuando miró hacia arriba todo era oscuridad, no había estrellas y Betty sintió el escalofrío de saber que el objeto estaba sobre ellos. Y, en efecto, el coche empezó a vibrar y Betty y Barney, también Delsey, que se puso a gemir casi histéricamente, oyeron un extraño bip-bip de timbre electrónico. Y ambos comenzaron a sumirse en una cosquilleante somnolencia. A partir de aquel momento, quedaron como cubiertos por una especie de neblina. -Parece que hemos llegado un poco más tarde de lo que habíamos previsto.
Los Sueños De BettyCuando, ya en casa, los Hill bajaron del coche se habían hecho la promesa de no decir nada a nadie. ¿Quién podía comprender tan extraña aventura? Y no tenían interés ninguno en ser tildados de locos. -Mejor será que lo olvidemos todo -concluyó Barney. Pero pronto los hechos empezaron a imponerse. Así, Barney vio asombrado que la parte superior de la punta de sus zapatos –nuevos y relucientes cuando se los puso al iniciar viaje de regreso en Canadá– estaban gastadas, como si alguien las hubiera arrastrado. Y vio también que los bordes de las perneras de sus pantalones, así como los calcetines, estaban llenos de agujas de pino. Betty, por su parte, se sentía sucia, como si algo gelatinoso la hubiera cubierto. De manera que, tras tomar un baño, nerviosa, llamó a su hermana y le contó lo ocurrido. Pensó que esto la aliviaría y tratándose de su hermana no incumplía el pacto de silencio acordado con Barney.
A La Búsqueda De Dos Horas PerdidasEntretanto, y todavía en el mismo año 1961, exactamente el día 19 de Octubre, Walter Webb, profesor del Planetarium de Hayden, en Boston, recibió una carta de Richard Hall, secretario entonces y posteriormente subdirector del NICAP (National Investigations Committee on Aerial Phenomena, con sede en Washington). Hall, en la carta, pedía a Webb que investigara el caso de los Hill, un caso que consideraba importante. Hall unía a su carta laque Keyhoe había recibido de Betty.
La Enfermedad De BarneyPero Hohman y Jackson no acababan de encontrar el hipnólogo adecuado y así fueron pasando los meses. Ya en Febrero de 1962 Betty y Barney iniciaron una serie de viajes al lugar del incidente. Fueron meses de peregrinaje. Al principio iban dos o tres veces al mes e inspeccionaban el lugar de los hechos, intentaban recordar... Pero el éxito fue casi nulo y posteriormente fueron espaciando los viajes. |
En el verano de 1963, un año después de haber iniciado el tratamiento de Barney, el doctor Stephens dio a éste un descanso, considerando que había recuperado casi totalmente su equilibrio emocional. Y, en efecto, Barney se encontraba mejor. También Betty, a la que los sueños no atormentaban ya. Pero ambos seguían opinando que algo oscuro permanecía agazapado, pronto a saltar, en lo más íntimo de su ser y que quizás todo hubiera ido mejor si Stephens no se hubiera negado también, como el doctor Quirke, a someterles a unas sesiones de hipnosis. | |
La Hipnosis RegresivaEntretanto, los avistamientos de objetos volantes no identificados se seguían produciendo, de forma creciente en la zona de Portsmouth. Por esta razón, ya en Septiembre, los feligreses compañeros de los Hill invitaron a Barney a que explicara en la iglesia cuanto les había ocurrido en Indian Head. En la reunión de la parroquia, junto a Barney, había sido también invitado a hablar el capitán Ben Sweet, de la cercana Base Aérea de Pease, hombre conocido en el Estado por sus estudios hipnóticos. El capitán Sweet se interesó vivamente en la historia de los Hill y, por sus conocimientos en hipnosis, consideró que era preciso utilizarla para descubrir qué había ocurrido en esas dos horas de amnesia que tanto atormentaban a Betty y a Barney. Movido por el capitán Sweet y por la, ahora, mayor insistencia de Barney, el doctor Stephens aceptó finalmente esas sesiones de hipnosis; pero, aún así, aconsejó a Barney que consultara antes al doctor Benjamin Simon, conocido psiquiatra y neurólogo de Boston, especialmente famoso por sus estudios y prácticas de hipnosis durante la Segunda Guerra Mundial.
El RaptoBajo hipnosis, Barney volvió mentalmente al lugar y al tiempo que marcaban la frontera de cuanto recordaba. Volvió, por tanto, a Indian Head y al momento en que temblaba ante la mirada fija que adivinaba en el extraterrestre que se encontraba en la nave. Y entonces, bajo hipnosis, volvió a estremecerse: -¡Hay un hombre ahí dentro! Es... es... ¿es el capitán? ¿Qué es? Me... me está mirando. Y Barney contó entonces la forma extraña en que el hombre le miraba. Sentía la impresión de que quería decirle algo. -Me dice algo así como que no tenga miedo, que siga donde estoy. Pero Barney, en hipnosis, se vio corriendo, huyendo de aquella mirada que le aterrorizaba -Subí al coche y salí a toda velocidad. Pero no estoy en la carretera principal. Creo que el sonido... esos bip-bip me han llevado hacia el bosque Y allí, en el bosque, ante el coche que se había detenido, que no podía volver a poner en marcha, se encontraba un grupo de aquellos extraños seres. -Le grito a Barney -dijo Betty-, le digo que despierte, pero no me hace caso. Y, entonces, el hombre que va a mi lado me dice: «¡Ah!¿De modo que se llama Barney». Y fue entonces cuando miré a aquel hombre y me dije que a él aquello no le concernía, pero no le dirigí la palabra. Entonces, seguimos andando y yo intenté despertar a Barney otra vez. Repito una y otra vez: «¡Barney, Barney, despierta!». Pero él no se despierta. Y el mismo hombre me dice otra vez: «¿Se llama Barney?» Y yo seguí sin responderle. Y él me dijo: «No tenga miedo, no tiene usted motivo alguno para asustarse, no les haremos el menor daño. Sólo queremos hacer ciertos experimentos. Y cuando los experimentos terminen les llevaremos a usted y a Barney al coche y les dejaremos en él». A la pregunta del doctor Simon sobre si aquel ser hablabla inglés Betty afirmó que sí, que uno de ellos hablaba inglés; un inglés extraño, como el de un extranjero. -Tengo miedo de abrir los ojos. Me han dicho que los mantenga cerrados. No debo abrirlos. Me da miedo... me van a operar. -¿Operar? ¿Porqué piensa que le quieren operar? –preguntó el doctor Simon. -He abierto los ojos y veo una sala de operaciones. Estoy tumbado. Tengo miedo y vuelvo a cerrar los ojos... y siento frío en la ingle..., como si... y ahora me están poniendo algo en un oído. Siendo niño también el médico me puso algo en ese oído. Pero no siento dolor. -¿Le están operando? -No. Siento que me examinan, me tocan... el cuerpo, la boca... Y yo abro los ojos, me han dicho que no los abra y pienso que no los voy a abrir, que así todo irá mejor... Al tiempo, en la otra habitación, también Betty estaba siendo sometida a examen: tomaron muestras –simples partículas– de su piel, le examinaron ojos, boca, dientes, garganta, oídos..., recogieron serosidades, así como le cortaron también algunos cabellos, que guardaron. -¡Y me dice que me quite el vestido, me dice que me quite el vestido! Betty, a la que desnudaron, fue llevada a un taburete, donde la inspeccionaron exhaustivamente con agujas que, explicó, estaban conectadas a una pantalla. Y ellos le dijeron que la estaban estudiando el sistema nervioso. -¡Y ahora dice que quiere pincharme el ombligo! Que no es más que un experimento. Y me echo a llorar y le digo: «Me duele, me duele, ¡sáquela, sáquela!». Y el jefe, el que parece mandar, me tapa los ojos con la mano y me dice que todo irá bien, que no sentiré nada. Y el dolor desaparece, pero todavía me escuece donde me pincharon con la aguja... A una pregunta del doctor Simon, Betty respondió que no la agredieron sexualmente: -No. No lo hicieron. Y yo le pregunté al jefe: «¿Porqué ?¿Porqué me metieron la aguja por el ombligo?». Y él me dijo que era para comprobar si estaba embarazada.
El Mapa CelesteCuando el médico se fue, Betty se quedó a solas con el jefe: -Yo le estaba agradecida porque me había quitado el dolor y porque él no me producía ningún miedo... Y le dije que aquello había sido una experiencia para mí. Que nadie me creería jamás si lo contaba... Y que yo lo que necesitaba era una prueba de que todo aquello había ocurrido de verdad. Y el jefe se echó a reír y me preguntó qué clase de prueba quería. Qué me gustaría llevarme. Y le dije: Algo que pudiera llevarme y enseñar a la gente porque, entonces, me creerían. Y me dijo que mirara y viera si encontraba algo de mi gusto. Y miré... No había muchas cosas en aquel cuarto... Pero vi un libro en el armario. Un libro bastante grueso. Entonces, cogí el libro y le dije: ¿puedo llevarme esto? Y él me dijo que hojease el libro, y yo lo hice. Tenía páginas y estaban escritas. Pero la escritura era completamente distinta de todas las que conozco. Parecía casi como... no sé... la escritura no cruzaba la página, iba de arriba a abajo... Betty, luego, dijo haber preguntado al extraterrestre –para ella no cabía duda ya que aquel ser no era terrestre– de dónde venía. Y él le mostró un mapa: -Y había muchos puntos en él; estaban esparcidos por toda su superficie. Algunos eran pequeños como punzadas de alfiler. Y otros eran del tamaño de una moneda pequeña. Y había líneas, había líneas en algunos de los puntos. Eran líneas curvas que unían un punto con otro. Y había un gran círculo y muchas líneas que salían de él. Muchas líneas iban a otro círculo situado muy cerca, pero no tan grande. Y estas líneas eran gruesas. Y yo le pregunté qué querían decir y él me dijo que las líneas gruesas eran rutas comerciales y, luego, las otras líneas eran rutas hacia lugares adonde iban de cuando en cuando. Y me dijo también que las líneas de puntos seguidos eran rutas de expediciones... Pero el interlocutor de Betty –el extraterrestre al que ella llamaba jefe– no le dijo cuál de aquellos puntos era su planeta, ni cuál era la Tierra. Pero esto a Betty no le importó demasiado, le importaba más seguir reteniendo el libro. Sólo que... -Estamos otra vez en el pasillo. Barney está detrás de mí y tiene los ojos cerrados; y un hombre a cada lado. Y cuando yo ya empiezo a bajar la rampa, varios de los hombres, no el jefe, sino algunos de los otros, se ponen a hablar. No sé lo que están diciendo pero parecen muy excitados. Y entonces el jefe se me acerca y me quita el libro... Betty dijo haberse puesto furiosa. Aquel libro era su prueba. -Y él me dijo: «Si, ya sé. Y precisamente porque es una prueba los otros no quieren. Quieren que olviden lo que ha ocurrido, que lo olviden por completo». Finalmente, los extraterrestres acompañaron a Betty y a Barney al coche. Barney seguía con los ojos cerrados y, también esta vez, se apoyaba en dos de sus raptores.
El Mapa Estelar De Marjorie Fish En el consultorio del doctor Simon, Betty Hill, bajo sugestión post-hipnótica, dibujó el mapa celeste que le mostró (según ella) el jefe de los visitantes del espacio que la raptaron. Y fueron muchos –aficionados unos y profesionales otros– quienes intentaron encontrar sentido a ese mapa que no era sino –como puede verse en la reproducción que damos– simples puntos y líneas. Naturalmente, todos fracasaron. El mapa –dijeron– no tenía sentido.
La Opinión Del Doctor SimonEsta historia, que recoge las dos horas de amnesia de los Hill, fue luego matizada por ambos cuando escucharon las cintas. Así, Betty dijo no estar segura de que le hablaran en inglés, sino que lo oía en inglés. De todas formas, no hubo contradicciones, sólo precisiones. Y el doctor Simon, tras terminar las sesiones y, con ellas, el tratamiento, afirmó: «Ni la señora ni el señor Hill son enfermos mentales. Ambos, tanto bajo hipnosis como conscientes, han dicho lo que realmente creen que ha ocurrido. Pero, ¿ha ocurrido? ¿Es cierto lo que cuentan? Imposible saberlo, aunque pienso que puede haber cierta base inicial de realidad». |