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jueves, 28 de octubre de 2010

El Caso Betty Y Barney Hill

El Caso Betty Y Barney Hill

En Septiembre de 1961 un matrimonio americano afirmó haber sido llevado a bordo de un OVNI y examinado detenidamente por sus ocupantes. El relato de los hechos conmocionó, cinco años después, a todo el mundo occidental, y pronto comenzaron a salir a la luz casos similares que pusieron de relieve la existencia de una realidad hasta ese momento casi totalmente ignorada. Tras la experiencia del matrimonio Hill la ufología tuvo ante sí una nueva pieza por la que empezar a componer el gran rompecabezas de los OVNIs.



Al terminar la década de los cincuenta la historia moderna de los OVNIs parecía haber alcanzado su clímax. Los OVNIs ya no eran sólo aquellas luces difuminadas que se limitaban a surcar nuestra atmósfera, ni tampoco los, en general, elusivos extraterrestres de los primeros aterrizajes; por el contrario, nos encontrábamos en la avanzada fase de los «contactados», en lo que J. Allen Hynek denominó Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. En definitiva, los extraterrestres habían entrado ya en contacto –aunque no necesariamente físico– con los terrestres y nosotros, impresionados por esos contactos de quienes considerábamos nuestros hermanos mayores del cosmos, esperábamos de ellos la solución a todos nuestros graves problemas.

Y fue entonces cuando ocurrió algo que cambió todas las expectativas; porque fue entonces cuando se conoció la experiencia del matrimonio Hill, un caso que, por sus características, obligó a Hynek a establecer una nueva y más próxima tipología de contacto. Y los denominó Encuentros Cercanos del Cuarto Tipo. Esto es, las llamadas «abducciones».

El caso Hill es, por tanto, el primer caso conocido de abducción y, con ser el primero, o precisamente por serlo, es también el más y mejor documentado. Y es, además, un caso realmente paradigmático, hasta el punto de que los posteriores casos de abducción parecieran haberlo tomado como modelo.

Veamos, pues, con el relato de la inquietante historia del matrimonio Hill, qué es, en todos sus matices, una abducción.

A Portsmouth Por La U.S.3


Ocurrió la noche del 19 al 20 de Septiembre de 1961. Barney Hill y su esposa Betty Miller regresaban de Canadá, donde habían pasado unos días de vacaciones. El Chevrolet Bel Air que conducía Barney avanzaba por la zigzagueante U.S.3, la carretera nacional que lleva a Portsmouth, localidad donde los Hill tenían su residencia.

-Antes de las tres de la madrugada habremos llegado -precisó Barney.

La radio del coche, entre ráfagas de música, había advertido de la presencia de un huracán que parecía dirigirse a la zona del Estado de Vermont, donde ellos se encontraban.

-Todo tan solitario..., y ese huracán... -comentó intranquila Betty.

Barney, que intentaba tranquilizarla, añadió:

-Estamos cerca de Colebrook. Allí podremos comer algo.

Fue una colación rápida porque Betty, cada vez más agitada, deseaba llegar lo antes posible a casa.

Cuando al salir del restaurante Betty subió al coche, miró el reloj. Eran la diez y cinco minutos. Quedaban por recorrer 274 kilómetros. Pero la carretera era ahora más recta y permitía una mayor velocidad.

Y Barney, ante el gesto de su esposa, insistió:

-No te preocupes; antes de las tres estamos en casa.

La luna, enorme y brillante, iluminaba la carretera y Barney fue ganando tiempo. En el coche todo era silencio. Delsey, la perrita de los Hill, dormía en el suelo del coche, a los pies de Betty. Y ésta empezaba ya a adormilarse cuando...

-¿Ves esa luz, Barney?

Y Barney, distraído:

-Sí, llevo un rato viéndola. Seguramente es un satélite.

Pero la luz, inicialmente lejana y con una velocidad constante, pareció girar y se fue agrandando.

-Creo que se dirige hacia aquí... -se inquietó Betty.

Y en ese instante, despertando, Delsey inició un gemido medrosa. Detuvieron el auto y, en tanto Betty paseaba a Delsey, Barney enfocó unos prismáticos en dirección a la luz, que mantenía ahora una dirección errática. Finalmente, volvieron al coche. Barney, inconscientemente, aumentó la velocidad. También él empezaba a presentir una extraña amenaza. Una amenaza que se iba materializando porque aquella luz, ahora más cercana, mostraba una figura alargada envuelta en un juego de colores parpadeantes que iban del rojo al naranja y, luego, del verde al azul. Y aquel objeto –un objeto material, sólido, sin parecido alguno con cualquier nave terrestre– se ciñó al coche y lo fue siguiendo. Era un objeto enorme, amedrantador. Delsey gemía inquieta. Y el objeto, ahora enfrentando el coche, había dejado su juego de luces cambiantes y se mostraba cegadoramente blanco. Betty, que parecía fascinada por la belleza de la luz que desprendía el objeto, gritó a Barney:

-¡Detente! ¡Nunca has visto una cosa así!

Barney llevó el coche a un lado de la carretera y, dejando el motor en marcha, bajó. Enfocó los prismáticos y...

John G. Fuller, a quien debemos casi toda la documentación de este caso, describió ese momento cumbre con estas palabras:


«En tanto Barney miraba a través de los prismáticos, el enorme objeto su diámetro tenía la misma anchura que la distancia entre dos de los postes del teléfono a lo largo de la carretera dio silenciosamente una vuelta completa sobre la carretera, quedando sólo a unos treinta metros de distancia de ellos. La doble hilera de ventanas de aquel objeto era ahora perfectamente visible».

«Barney estaba muy asustado, pero, sin saber por qué, cruzó la carretera, se adentró luego por el campo y avanzó directamente hacia el objeto. Ahora, el enorme disco estaba inclinado en ángulo hacia Barney; dos proyecciones, semejantes a aletas de pez, salían por ambos lados, y tenían luces rojas en los extremos. Las ventanas parecían convexas y se extendían en torno al perímetro del disco grueso y en forma de torta. Seguía sin oírse el menor ruido. Lleno de agitación, pero poseído todavía de un irresistible impulso de acercarse más y más al vehículo, Bamey continuó avanzando por el campo, llegando a sólo quince metros de distancia del objeto, que había descendido hasta la altura de las copas de los árboles. Barney no calculó su tamaño, pero se dijo que era tan grande como un avión de pasajeros de propulsión a chorro, o mayor quizá.»

Betty, al borde de la histeria, gritó a Barney que volviera, pero, prosigue Fuller en su libro El viaje interrumpido (1966):

«Detrás de las ventanas, Barney ve las figuras; por lo menos media docena de seres vivos. Parecían estar apoyados contra las ventanas transparentes, mientras el objeto descendía hacia él. Estaban agrupados, mirándole. Advirtió vagamente que iban de uniforme. Betty, a casi sesenta metros de distancia, le gritaba desde el coche, pero Barney no recuerda haberla oído.»

A partir de ese momento, posado ya el objeto en el suelo, Barney intuyó –lo intuyó con la fuerza de una certeza– que iba a ser raptado. Y sintió terror, pánico. Temblando, arrancó sus pies, que parecían atornillados al suelo, y salió huyendo en dirección al coche. Subió en él y, al tiempo que arrancaba, pidió a Betty que mirara por la ventanilla. El pobre Barney estaba al borde de la histeria y temía ser perseguido por aquel objeto. Betty dijo luego que miró y no vio nada. El objeto, aparentemente, había desaparecido, pero cuando miró hacia arriba todo era oscuridad, no había estrellas y Betty sintió el escalofrío de saber que el objeto estaba sobre ellos. Y, en efecto, el coche empezó a vibrar y Betty y Barney, también Delsey, que se puso a gemir casi histéricamente, oyeron un extraño bip-bip de timbre electrónico. Y ambos comenzaron a sumirse en una cosquilleante somnolencia. A partir de aquel momento, quedaron como cubiertos por una especie de neblina.

Algo más tarde, aunque no supieron decir exactamente cuándo, el bip-bip volvió a sonar y a medida que el segundo bip se iba haciendo más sonoro, los Hill fueron recuperando lentamente la conciencia. Seguían en el coche que Barney conducta a una velocidad normal. «Al principio –dijo Betty– permanecimos en silencio; luego yo pregunté a Barney: "Y ahora, ¿qué ?¿Crees ahora en los platillos volantes?: A lo que Barney repuso: "¡No digas tonterías! ¡Naturalmente que no!»

Y volvió a hacerse el silencio y los Hill tan sólo salieron totalmente de su somnolencia al llegar a la autopista nueva, a la U.S.93. En ella un letrero indicaba que a 17 millas (unos 27 kilómetros) se encontraba la ciudad de Concord. Y fue entonces cuando los Hill se percataron de que habían recorrido cincuenta y seis kilómetros –de Indian Head a Ashland– sumidos en la inconsciencia.

Cuando los Hill llegaron a casa, en Portsmouth, Estado de New Hampshire, estaba ya amaneciendo y, extrañados, miraron la hora, pero sus relojes se habían parado. El de la cocina indicaba las cinco y unos minutos de la madrugada.

Y Barney comentó:

-Parece que hemos llegado un poco más tarde de lo que habíamos previsto.

Los Sueños De Betty


Cuando, ya en casa, los Hill bajaron del coche se habían hecho la promesa de no decir nada a nadie. ¿Quién podía comprender tan extraña aventura? Y no tenían interés ninguno en ser tildados de locos.

-Mejor será que lo olvidemos todo -concluyó Barney.

Pero pronto los hechos empezaron a imponerse. Así, Barney vio asombrado que la parte superior de la punta de sus zapatos –nuevos y relucientes cuando se los puso al iniciar viaje de regreso en Canadá– estaban gastadas, como si alguien las hubiera arrastrado. Y vio también que los bordes de las perneras de sus pantalones, así como los calcetines, estaban llenos de agujas de pino. Betty, por su parte, se sentía sucia, como si algo gelatinoso la hubiera cubierto. De manera que, tras tomar un baño, nerviosa, llamó a su hermana y le contó lo ocurrido. Pensó que esto la aliviaría y tratándose de su hermana no incumplía el pacto de silencio acordado con Barney.

Janet, la hermana de Betty, que creía firmemente en los OVNIs porque estaba convencida de haber visto uno, alertó a Betty indicándole que esa sensación de suciedad podía ser contaminación radiactiva. Y contó cuanto sabía de los posibles campos electromagnéticos irradiados por los OVNIs. Por ejemplo, lo primero que Betty debía hacer era inspeccionar con una brújula el exterior del coche; si la aguja de la brújula se volvía loca en algún punto de la carrocería era que estaba radiactivada. De manera que Betty, más asustada ahora, pidió a Barney que buscara por los cajones la brújula que un día, ya lejano, compraron. Barney, tras resistirse unos minutos, fue finalmente a por la brújula. Y Betty, casi histérica, recorrió con ella la chapa del coche, ahora húmeda por una ligera lluvia. Y en la parte posterior, de donde habían procedido los bips, Betty vio varias manchas brillantes. Eran unas extrañas manchas perfectamente circulares y del tamaño de un dólar de plata. Y en esos lugares, para asombro y mayor terror de Betty, la aguja de la brújula se agitaba sin control.

Los Hill tenían alquilado el piso alto de su casa, y esos vecinos, alarmados por la agitación de Betty, bajaron a saber qué ocurría. Luego, Betty telefoneó a su hermana y le contó una y otra vez cuanto había ocurrido con la brújula. Evidentemente, resultaba ya imposible mantener el secreto de su extraña aventura y, finalmente, Barney accedió a que Betty –cumpliendo el consejo de Janet– se pusiera en contacto con la cercana base aérea de Pease.

Tras hablar con el comandante de la Base Aérea, Barney, ya más interesado en el suceso, pidió a Betty que hiciera un minucioso relato de cuanto había ocurrido. El haría otro tanto, pero por separado, evitando todo comentario. Y el resultado fueron dos relatos muy similares.

En este punto fue cuando Betty empezó a leer todo cuanto se había escrito en torno a los OVNIs. Y entre los libros que leyó le interesó especialmente El complot contra los platillos volantes del comandante Donald Keyhoe. Este dirigía entonces el NICAP, un centro de investigación del fenómeno OVNI. Y Betty, conociendo la seriedad del NICAP, escribió a Keyhoe contándole su caso. Y en esa carta, por primera vez, Betty revelaba que su marido decía haber visto extraterrestres que le contemplaban desde la nave.

Días después de haber escrito la carta, Betty empezó a tener sueños terriblemente lúcidos. Y todos ellos se referían a los acontecimientos que había vivido en la nacional U.S.3. Eran sueños terribles, llenos de hechos dramáticos. Así, soñó que seres surgidos de la nave la sacaban del coche. Esos hombres, todos ellos iguales y uniformados en el sueño, la llevaban al interior de aquel extraño objeto y allí –en ese punto los sueños pasaban a ser horrible pesadilla– la sometían a unos abominables reconocimientos médicos.

Los sueños se sucedieron y, en parte repitieron, durante cinco días; luego cesaron. Y Betty, que al principio había guardado silencio, finalmente los escribió con todo detalle y se los dio a leer a Barney. Este no pareció dar excesiva importancia a las pesadillas de Betty, pero esos textos adquirieron especial importancia dos años después.

A La Búsqueda De Dos Horas Perdidas


Entretanto, y todavía en el mismo año 1961, exactamente el día 19 de Octubre, Walter Webb, profesor del Planetarium de Hayden, en Boston, recibió una carta de Richard Hall, secretario entonces y posteriormente subdirector del NICAP (National Investigations Committee on Aerial Phenomena, con sede en Washington). Hall, en la carta, pedía a Webb que investigara el caso de los Hill, un caso que consideraba importante. Hall unía a su carta laque Keyhoe había recibido de Betty.

Webb se trasladó a Porstmouth y entrevistó a los Hill durante más de seis horas. Fue un interrogatorio duro, agotador, pero no hubo contradicciones; todo le pareció fidedigno a Webb, porque en su informe a Hall concluía con una afirmación rotunda: «Mí opinión, después de interrogar a esta pareja y de estudiar sus reacciones y caracteres, es que contaban la verdad y que el incidente ocurrió exactamente como ellos me lo contaron».

El informe de Webb, un científico con fama de meticuloso y veraz en sus investigaciones, impresionó a otros dos investigadores: Robert Hohman, escritor especializado en temas científicos, y C. D. Jackson, destacado ingeniero electrónico.

Ambos se interesaban en el tema OVNI, pero sin dar mucho crédito a las tesis extraterrestres. No obstante, la aventura de los Hill les resultó tan interesante que no dudaron en hablar con Keyhoe y, finalmente, convencidos por éste de la importancia del caso, se trasladaron a Portsmouth.

La entrevista de los dos científicos con los Hill tuvo lugar el 25 de Noviembre y en ella estuvo presente el comandante James McDonald, oficial de las Fuerzas Armadas norteamericanas, que era amigo íntimo del matrimonio. Fue una entrevista –como la de Webb– casi policíaca, una entrevista que se prolongó desde el mediodía hasta la medianoche, pero que, con ser tan dilatada como rigurosa, al final toda la atención quedó centrada en aquellas dos horas de retraso en el viaje, algo que hasta entonces había casi pasado desapercibido.

«Súbitamente me sentí como petrificado –comentó más tarde Barney– cuando ante las preguntas de esas dos personas advertí por primera vez que, a la velocidad que suelo conducir, hubiéramos debido llegar a casa por lo menos dos horas antes. Normalmente tardo menos de cuatro horas en venir de Colebrook hasta aquí, y sabemos que aquella noche salimos a las diez y cinco. Eso, aún contando con la parada que hicimos en la carretera y teniendo en cuenta que nunca estuvimos parados más de cinco minutos.»

«Aquella tarde –escribió Fuller en su libro El viaje interrumpido a los ojos del grupo reunido en el cuarto de estar de los Hill, esas dos horas se convirtieron en un misterio importante. Los Hill intentaron resolverlo, pero lo cierto es que les fue imposible explicar qué habían hecho durante ese tiempo; tampoco recordaban lo ocurrido durante los cincuenta y seis kilómetros que hay entre Indian Head y Ahsland. Ahora se sentían más perplejos y confusos que nunca.»

Y fue McDonald quien, entonces, aconsejó a sus amigos, los Hill, que recurrieran a la hipnosis. «En cierto modo –argumentó el comandante McDonald– habéis sufrido un trauma violento, parecido al del soldado que no puede hacer frente a la batalla, circunstancia que suele producir amnesia temporal y que, muchas veces, ha sido tratada con éxito mediante hipnosis médica.»

Hohman y Jackson se mostraron de acuerdo con McDonald. Y llegaron a más: ante la necesidad de un hipnólogo de confianza, se ofrecieron a ser ellos quienes lo buscaran.

La Enfermedad De Barney


Pero Hohman y Jackson no acababan de encontrar el hipnólogo adecuado y así fueron pasando los meses. Ya en Febrero de 1962 Betty y Barney iniciaron una serie de viajes al lugar del incidente. Fueron meses de peregrinaje. Al principio iban dos o tres veces al mes e inspeccionaban el lugar de los hechos, intentaban recordar... Pero el éxito fue casi nulo y posteriormente fueron espaciando los viajes.

Como era de esperar, los Hill iban siendo víctimas de la creciente tensión que en ellos generaba el incidente. Tenían una historia inacabada que no podían dejar a un lado; no podían ya limitarse a olvidar. Así, ambos fueron generando un estado de angustia que, a Barney, le provocó una hipertensión y serios trastornos estomacales que degeneraron en úlcera de duodeno. Empezaron a salirle también una serie de verrugas en la zona de la ingle, que formaban un círculo casi perfecto. Todo esto llevó a Barney a la consulta de un médico, el doctor Patrick J. Quirke. Pero éste, aun conociendo el incidente que los Hill habían vivido en Indian Head, recomendó dejar para más adelante las sesiones de hipnosis regresiva que Barney le pedía.

Pero Barney no mejoraba; por el contrario, su tensión era más alta, cosa que esta vez él atribuyó a su trabajo nocturno y ala ausencia de sus hijos, que vivían ahora en Filadelfia. El mismo doctor Quirke le recomendó que visitara a un psiquiatra amigo –Duncan Stephens– que vivía cerca de Portsmouth. Y así lo hizo Barney en el verano de 1962. Pero esta vez Barney nada dijo del incidente de Indian Head; se limitó a narrar sus problemas emocionales y sociales. De manera que el doctor Stephens dirigió su atención a los conflictos que en su niñez y juventud había tenido que vivir Barney debido al color negro de su piel. Y también a los que había generado el que hubiera tomado a una blanca por esposa. Y cuando, meses después de esa terapia, Barney le habló del incidente de Indian Head, que le seguía atormentando, el doctor Stephens lo consideró secundario, algo casi anecdótico dentro de la terapia.

En el verano de 1963, un año después de haber iniciado el tratamiento de Barney, el doctor Stephens dio a éste un descanso, considerando que había recuperado casi totalmente su equilibrio emocional. Y, en efecto, Barney se encontraba mejor. También Betty, a la que los sueños no atormentaban ya. Pero ambos seguían opinando que algo oscuro permanecía agazapado, pronto a saltar, en lo más íntimo de su ser y que quizás todo hubiera ido mejor si Stephens no se hubiera negado también, como el doctor Quirke, a someterles a unas sesiones de hipnosis.


La Hipnosis Regresiva


Entretanto, los avistamientos de objetos volantes no identificados se seguían produciendo, de forma creciente en la zona de Portsmouth. Por esta razón, ya en Septiembre, los feligreses compañeros de los Hill invitaron a Barney a que explicara en la iglesia cuanto les había ocurrido en Indian Head.

En la reunión de la parroquia, junto a Barney, había sido también invitado a hablar el capitán Ben Sweet, de la cercana Base Aérea de Pease, hombre conocido en el Estado por sus estudios hipnóticos.

El capitán Sweet se interesó vivamente en la historia de los Hill y, por sus conocimientos en hipnosis, consideró que era preciso utilizarla para descubrir qué había ocurrido en esas dos horas de amnesia que tanto atormentaban a Betty y a Barney.

Movido por el capitán Sweet y por la, ahora, mayor insistencia de Barney, el doctor Stephens aceptó finalmente esas sesiones de hipnosis; pero, aún así, aconsejó a Barney que consultara antes al doctor Benjamin Simon, conocido psiquiatra y neurólogo de Boston, especialmente famoso por sus estudios y prácticas de hipnosis durante la Segunda Guerra Mundial.

Y así, el 14 de Diciembre de 1963, los Hill iniciaron sus consultas con el doctor Simon. Y con esa consulta inicial, ese día, surgía una nueva era en la explicación y en el tratamiento en los contactos entre terrestres y posibles seres del espacio.

Durante un tiempo el doctor Simon fue recogiendo todo el material de vigilia que los Hill pudieron transmitirle; les fue preparando también para el trance hipnótico con sesiones que comportaban órdenes post-hipnóticas y, finalmente, el 22 de Febrero de 1964, inició las auténticas sesiones de hipnosis regresiva. Sesiones a las que semanalmente fue sometiendo a Betty y a Barney. Fueron, en total, seis duros meses de sesiones y en los primeros meses tanto Betty como Barney tuvieron que vivir el desasosiego de no saber qué decían en las sesiones, porque el doctor Simon les daba la orden de no recordar. Y esto a fin de que uno no influyera en el otro relatándose cuanto iban diciendo hipnotizados en torno a lo acaecido en Indian Head.

Sólo semanas antes de terminar las sesiones el doctor Simon dejó escuchar a los Hill las cintas que había grabado en las sesiones de hipnosis regresiva. Y esto para completar lagunas con hechos recordados o con hechos que la hipnosis había hecho aflorar al consciente.

Imposible dar a conocer aquí, en el papel, con toda su fuerza emotiva, los estados anímicos vividos por los Hill en sus momentos de abreacción hipnótica: lloros angustiados, alaridos, terribles jadeos... Porque una hipnosis regresiva no es un espectáculo de feria, es un vómito de la conciencia. El vómito de todo aquello que mantenemos oculto, enterrado en el cementerio de nuestro subconsciente. Todo cuanto nos daña y aterroriza y hemos inhumado pero... que todavía sigue vivo, actuando, persiguiéndonos desde ese más allá que se encuentra debajo de toda losa funeraria.

Me limito, por tanto, a narrar los hechos que, bajo hipnosis, dijeron haber vivido Betty y Barney. Y añado sólo que antes de escuchar las cintas grabadas, cuando todavía desconocían el contenido de las sesiones, el material de uno y otro coincidían en lo sustancial. No parece, pues, que hubiera transferencia entre ellos; pero, en todo caso, he aquí lo que uno y otro dijeron que había ocurrido en esas dos horas de su viaje de la que nada recordaban.

El Rapto


Bajo hipnosis, Barney volvió mentalmente al lugar y al tiempo que marcaban la frontera de cuanto recordaba. Volvió, por tanto, a Indian Head y al momento en que temblaba ante la mirada fija que adivinaba en el extraterrestre que se encontraba en la nave. Y entonces, bajo hipnosis, volvió a estremecerse:

-¡Hay un hombre ahí dentro! Es... es... ¿es el capitán? ¿Qué es? Me... me está mirando.

Y Barney contó entonces la forma extraña en que el hombre le miraba. Sentía la impresión de que quería decirle algo.

-Me dice algo así como que no tenga miedo, que siga donde estoy.

Pero Barney, en hipnosis, se vio corriendo, huyendo de aquella mirada que le aterrorizaba

-Subí al coche y salí a toda velocidad. Pero no estoy en la carretera principal. Creo que el sonido... esos bip-bip me han llevado hacia el bosque

Y allí, en el bosque, ante el coche que se había detenido, que no podía volver a poner en marcha, se encontraba un grupo de aquellos extraños seres.

Betty, por su parte, sin conocer el relato de Barney, repitió la misma historia en casi todos sus detalles. Y, corroborando futuras hipnosis de Barney, añadió que aquellos seres se lanzaron hacia ellos. Ella intentó huir, pero fuera, junto a la ventanilla del coche, impidiéndole el paso, estaba uno de ellos.

Y uno y otro, Betty y Barney, narrando idénticas vivencias, fueron explicando que les sacaron del coche. A Barney, que parecía dormido, le llevaban arrastrando, sujetándole por los brazos; de ahí las rozaduras en las partes altas de las puntas de sus zapatos

-Le grito a Barney -dijo Betty-, le digo que despierte, pero no me hace caso. Y, entonces, el hombre que va a mi lado me dice: «¡Ah!¿De modo que se llama Barney». Y fue entonces cuando miré a aquel hombre y me dije que a él aquello no le concernía, pero no le dirigí la palabra. Entonces, seguimos andando y yo intenté despertar a Barney otra vez. Repito una y otra vez: «¡Barney, Barney, despierta!». Pero él no se despierta. Y el mismo hombre me dice otra vez: «¿Se llama Barney?» Y yo seguí sin responderle. Y él me dijo: «No tenga miedo, no tiene usted motivo alguno para asustarse, no les haremos el menor daño. Sólo queremos hacer ciertos experimentos. Y cuando los experimentos terminen les llevaremos a usted y a Barney al coche y les dejaremos en él».

A la pregunta del doctor Simon sobre si aquel ser hablabla inglés Betty afirmó que sí, que uno de ellos hablaba inglés; un inglés extraño, como el de un extranjero.

Y narró luego que la llevaron a una rampa, por la que subió a la nave. Quienes llevaban a Barney, que parecía seguir inconsciente, entraron tras ella, pero se dirigieron a otro lugar; le llevaron pasillo adelante. Y, ante la inquietud de Betty, el que hablaba inglés le dijo que no temiera, que les separaban porque sólo tenían aparatos para una persona en cada habitación.

Barney, por su parte, recordó ese momento con la sensación de que se encontraba extremadamente débil:

-Tengo miedo de abrir los ojos. Me han dicho que los mantenga cerrados. No debo abrirlos. Me da miedo... me van a operar.

-¿Operar? ¿Porqué piensa que le quieren operar? –preguntó el doctor Simon.

-He abierto los ojos y veo una sala de operaciones. Estoy tumbado. Tengo miedo y vuelvo a cerrar los ojos... y siento frío en la ingle..., como si... y ahora me están poniendo algo en un oído. Siendo niño también el médico me puso algo en ese oído. Pero no siento dolor.

-¿Le están operando?

-No. Siento que me examinan, me tocan... el cuerpo, la boca... Y yo abro los ojos, me han dicho que no los abra y pienso que no los voy a abrir, que así todo irá mejor...

Al tiempo, en la otra habitación, también Betty estaba siendo sometida a examen: tomaron muestras –simples partículas– de su piel, le examinaron ojos, boca, dientes, garganta, oídos..., recogieron serosidades, así como le cortaron también algunos cabellos, que guardaron.

-¡Y me dice que me quite el vestido, me dice que me quite el vestido!

Betty, a la que desnudaron, fue llevada a un taburete, donde la inspeccionaron exhaustivamente con agujas que, explicó, estaban conectadas a una pantalla. Y ellos le dijeron que la estaban estudiando el sistema nervioso.

-¡Y ahora dice que quiere pincharme el ombligo! Que no es más que un experimento. Y me echo a llorar y le digo: «Me duele, me duele, ¡sáquela, sáquela!». Y el jefe, el que parece mandar, me tapa los ojos con la mano y me dice que todo irá bien, que no sentiré nada. Y el dolor desaparece, pero todavía me escuece donde me pincharon con la aguja...

A una pregunta del doctor Simon, Betty respondió que no la agredieron sexualmente:

-No. No lo hicieron. Y yo le pregunté al jefe: «¿Porqué ?¿Porqué me metieron la aguja por el ombligo?». Y él me dijo que era para comprobar si estaba embarazada.

El Mapa Celeste


Cuando el médico se fue, Betty se quedó a solas con el jefe:

-Yo le estaba agradecida porque me había quitado el dolor y porque él no me producía ningún miedo... Y le dije que aquello había sido una experiencia para mí. Que nadie me creería jamás si lo contaba... Y que yo lo que necesitaba era una prueba de que todo aquello había ocurrido de verdad. Y el jefe se echó a reír y me preguntó qué clase de prueba quería. Qué me gustaría llevarme. Y le dije: Algo que pudiera llevarme y enseñar a la gente porque, entonces, me creerían. Y me dijo que mirara y viera si encontraba algo de mi gusto. Y miré... No había muchas cosas en aquel cuarto... Pero vi un libro en el armario. Un libro bastante grueso. Entonces, cogí el libro y le dije: ¿puedo llevarme esto? Y él me dijo que hojease el libro, y yo lo hice. Tenía páginas y estaban escritas. Pero la escritura era completamente distinta de todas las que conozco. Parecía casi como... no sé... la escritura no cruzaba la página, iba de arriba a abajo...

Betty, luego, dijo haber preguntado al extraterrestre –para ella no cabía duda ya que aquel ser no era terrestre– de dónde venía. Y él le mostró un mapa:

-Y había muchos puntos en él; estaban esparcidos por toda su superficie. Algunos eran pequeños como punzadas de alfiler. Y otros eran del tamaño de una moneda pequeña. Y había líneas, había líneas en algunos de los puntos. Eran líneas curvas que unían un punto con otro. Y había un gran círculo y muchas líneas que salían de él. Muchas líneas iban a otro círculo situado muy cerca, pero no tan grande. Y estas líneas eran gruesas. Y yo le pregunté qué querían decir y él me dijo que las líneas gruesas eran rutas comerciales y, luego, las otras líneas eran rutas hacia lugares adonde iban de cuando en cuando. Y me dijo también que las líneas de puntos seguidos eran rutas de expediciones...

Pero el interlocutor de Betty –el extraterrestre al que ella llamaba jefe– no le dijo cuál de aquellos puntos era su planeta, ni cuál era la Tierra. Pero esto a Betty no le importó demasiado, le importaba más seguir reteniendo el libro. Sólo que...

-Estamos otra vez en el pasillo. Barney está detrás de mí y tiene los ojos cerrados; y un hombre a cada lado. Y cuando yo ya empiezo a bajar la rampa, varios de los hombres, no el jefe, sino algunos de los otros, se ponen a hablar. No sé lo que están diciendo pero parecen muy excitados. Y entonces el jefe se me acerca y me quita el libro...

Betty dijo haberse puesto furiosa. Aquel libro era su prueba.

-Y él me dijo: «Si, ya sé. Y precisamente porque es una prueba los otros no quieren. Quieren que olviden lo que ha ocurrido, que lo olviden por completo».

Finalmente, los extraterrestres acompañaron a Betty y a Barney al coche. Barney seguía con los ojos cerrados y, también esta vez, se apoyaba en dos de sus raptores.

El Mapa Estelar De Marjorie Fish


En el consultorio del doctor Simon, Betty Hill, bajo sugestión post-hipnótica, dibujó el mapa celeste que le mostró (según ella) el jefe de los visitantes del espacio que la raptaron. Y fueron muchos –aficionados unos y profesionales otros– quienes intentaron encontrar sentido a ese mapa que no era sino –como puede verse en la reproducción que damos– simples puntos y líneas. Naturalmente, todos fracasaron. El mapa –dijeron– no tenía sentido.

No obstante, una institutriz de Ohio, Marjorie Fish, pensó que sí, que el mapa podía tener sentido, pero para ello era preciso estudiarlo desde un punto de vista distinto del que hasta entonces se había utilizado. Porque ella entendía que ese mapa debía verse desde la perspectiva del planeta de origen de quienes lo utilizaban, no desde la perspectiva de nuestro sistema solar. Y convencida de que este postulado era cierto, construyó una armadura tridimensional de la que fue colgando pequeñas esferas que simulaban soles. Y durante años las fue cambiando de lugar, buscando la perspectiva que le diera una disposición estelar igual a la del mapa dibujado por Betty. Un trabajo realmente arduo a pesar de que Marjorie Fish limitó su investigación a un radio de 50 años luz concentro en el Sol, lo que limitaba a 250 las estrellas a tener en cuenta.

Y Marjorie, finalmente, encontró una configuración muy similar a la que había dibujado Betty. Y la encontró porque se le ocurrió eliminar todas aquellas estrellas que por sus características no podían albergar en su sistema formas de vida análogas a las nuestras. Esto limitó la investigación a doce cuerpos celestes y el mapa que obtuvo fue el que reproducimos. Un mapa que desvelaba el lugar de procedencia de los alienígenas de los Hill. Ese lugar era Zeta 1 y Zeta 2 de la Constelación Retícula, una pequeña constelación visible únicamente desde el hemisferio sur.

Es de destacar que esas dos estrellas –Zeta 1 y Zeta 2– están situadas a 37 años luz de nuestro Sol y una y otra se encuentran separadas por una distancia de 0,05 años luz, una distancia lo suficientemente próxima como para aceptar que una civilización tecnológicamente más avanzada que la nuestra pudiera recorrerla frecuentemente con fines comerciales.

¿Era, pues, el mapa celeste de Marjorie Fish el que Betty dijo que le había mostrado el jefe de los seres del espacio que la raptaron? Entre otros, el físico nuclear Stanton T. Friedman estaba tan convencido de ello que pidió para Marjorie los 50.000 dólares que el semanario norteamericano The National Enquirer ofreció a quien aportase pruebas del origen extraterrestre de los OVNIS.

No obstante, posteriormente, el astrónomo Charles W. Atterberg, de Elgin, Illinois, elaboró un mapa que también se ajustaba al esquema estelar dibujado por Betty, sólo que utilizó para ello estrellas distintas a las que había encontrado Marjorie.

Y en fecha más reciente Carl Sagan y Steven Soter, dos nombres prestigiosos, utilizaron ordenadores para analizar el trazo de las doce estrellas seleccionadas por Marjorie y su conclusión ha sido descalificadora. Porque han mostrado que «si tenemos la intención de encontrar una correlación entre los dos mapas –el de Betty y el de Marjorie– seleccionando a su voluntad elementos de cada uno e ignorando otros, siempre tendremos éxito.

La Opinión Del Doctor Simon


Esta historia, que recoge las dos horas de amnesia de los Hill, fue luego matizada por ambos cuando escucharon las cintas. Así, Betty dijo no estar segura de que le hablaran en inglés, sino que lo oía en inglés. De todas formas, no hubo contradicciones, sólo precisiones. Y el doctor Simon, tras terminar las sesiones y, con ellas, el tratamiento, afirmó: «Ni la señora ni el señor Hill son enfermos mentales. Ambos, tanto bajo hipnosis como conscientes, han dicho lo que realmente creen que ha ocurrido. Pero, ¿ha ocurrido? ¿Es cierto lo que cuentan? Imposible saberlo, aunque pienso que puede haber cierta base inicial de realidad».

A fin de cuentas, lo que más le interesaba al doctor Simon era resolver las dolencias de los Hill y esto lo consiguió en gran medida. Pero no pudo evitar que al conocerse el contenido de las cintas con la narración en hipnosis de los acontecimientos supuesta o realmente vividos por los Hill, las personas que aseguraban haber sufrido abducciones empezaran a multiplicarse.

«Desde comienzos de la primavera de 1965 –escribió Fuller en 1966– ha ido aumentando constantemente el número de informes –procedentes de informaciones competentes– sobre apariciones de objetos volantes no identificados, muchos de los cuales parecen ser vehículos cuya estructura es muy parecida a la que describieron los Hill. Se trata, con frecuencia, de policías, oficiales militares, técnicos y hombres de ciencia y, desde comienzos de 1966, ha podido observarse que los hombres de ciencia han convertido su anterior escepticismo en interés y curiosidad. Algunos hombres de ciencia dicen, incluso, que si el fenómeno es puramente psicológico, el problema se vuelve aún más importante que si estos objetos fueran, realmente, vehículos de origen extraterrestre».

En efecto, el fenómeno OVNI es -en nuestros días se acepta ya plenamente que es- el más importante enigma a escala planetaria. Y no se trata ya, por tanto, de si hay o no hay OVNIs, sino de si los OVNIs son o no son físicos. Barney ha fallecido, pero Betty no sólo sigue creyendo que fue raptada por seres reales, tangibles, sino que está dedicando su vida a propagar esa creencia. Su leitmotiv es: «Yo fui raptada por extraterrestres». Pero, ¿lo fue?.

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