Argentina: Tierra de ángeles caídos
Desde los años cincuenta se han producido en Argentina una serie de avistamientos de extraños objetos voladores que, en algunos casos, culminaron con el impacto de éstos contra el suelo. Hasta el presente, los diversos testimonios hablan de bolas de fuego, fragmentos metálicos de origen desconocido, de vegetación arrasada, de científicos y militares explorando la zona en busca de restos.
Argentina tiene una larga historia relacionada con extraños objetos caídos del cielo. Uno de los primeros casos está narrado en un documento del siglo XVII: "En San Ignacio de Ipaná, el 10 de agosto de 1631, algo extraño y luminoso fue visto surcando el cielo. Entre las 6 y 7 de la tarde se observó cómo se levantaba por la parte de oriente un globo luminoso de extraña grandeza que vino con vuelo no apresurado, sino algo lento, por encima del pueblo, como una Luna llena. Despedía hacia el oriente gran cantidad de centellas y, al llegar a la línea del horizonte de occidente, se abrió con mayor luz, que luego se apagó, y transcurrido el tiempo que se tarda en rezar un credo, dio un tremendo estallido como de trueno".
Para algunos, este texto, conservado en los archivos de la Compañía de Jesús, bien podría ser el primer documento que registra la caída de un OVNI en Argentina. Por supuesto, es difícil conocer la naturaleza de aquel "globo luminoso", pero está claro que no ha sido el único suceso de estas características ocurrido en el país.
La tumba de un extraterrestre
Uno de los casos más enigmáticos fue recogido en dos artículos aparecidos en el diario La Capital, de la ciudad de Rosario, los días 13 y 14 de octubre de 1877. En el primero de ellos, un químico de apellido Sevarg relata que, mientras caminaba cerca del río, se topó con una gran roca negra de forma ovoide de 25 metros por 37. Pensando que se trataba de un aerolito, Sevarg, junto con los geólogos Charles Davis y John Paxton, decidió perforarlo. Tras seis días de trabajo penetraron en una habitación de 2 metros cúbicos donde había una ánfora de metal blanco. Al retirar una plancha de metal, descubrieron una segunda sala donde se hallaba una tumba rectangular con un cuerpo. En el periódico se señalaba: "No tiene cabellos; el cutis debió ser liso y sin barba, pero ahora está arrugado y parece cuero curtido; el cráneo es triangular y la cara aplastada. En vez de nariz tiene una trompa saliendo desde la frente, una boca muy pequeña con sólo catorce dientes y dos órbitas de las cuales se han extraído los ojos. Los brazos son muy largos y las manos tienen cinco dedos, de los cuales el cuarto es mucho más corto que los demás. La contextura general es muy débil".
En la tumba se halló también una chapa de plata con unos dibujos que representaban al Sol, diversas estrellas y los planetas.
En la breve nota publicada en la edición del día siguiente, 14 de octubre, se menciona que los objetos se exhibirán en los hoteles Mageran y Francini.
Estados Unidos interviene
En la tarde del 6 de mayo de 1978, un objeto cilíndrico y con una estela llameante impactó en una región montañosa de Bolivia, cerca de la frontera argentina. La caída estuvo acompañada por un estruendo y un temblor similar al de un terremoto. La Fuerza Aérea Boliviana descubrió las huellas del impacto en la ladera sur de la montaña El Taire. El objeto había producido en el terreno un rastro de unos 300 metros de profundidad por 500 de ancho y 1,5 kilómetros de largo. Las rocas de las cercanías estaban fundidas. El lugar fue declarado zona militar, prohibiéndose el acceso a la gendarmería argentina y a toda la prensa.
Una comisión, dirigida por dos oficiales de la Fuerza Aérea de EE UU, el coronel Robert Simmons y el mayor John Heise, se presentó en el escenario de los hechos. Regresaron con varias cajas y con un bulto enorme y pesado, cuidadosamente envuelto. La carga fue trasladada al compartimiento de carga de un avión norteamericano, que despegó inmediatamente.
Un extraño pedazo de metal
Silvia Pérez Simondini y su hija Andrea investigaban desde hace varios años el fenómeno OVNI en Victoria en la provincia de Entre Ríos. Una mañana de marzo de 1992, un peón de la zona se encontró con un trabajador de un campo aledaño, quién le informó que "había caído algo del cielo que causó una gran explosión". Además, se observó un gran movimiento de militares.
Silvia y Andrea se dirigieron al lugar y encontraron una porción de suelo de unos 40 metros de diámetro donde "la tierra estaba recién removida". Aunque excavaron, no encontraron nada extraño. Meses después se halló en dicho campo un pedazo de metal. Se lo dieron a un herrero para que lo fraccionara, pero éste no lo logró. Sólo se pudo romper con un equipo autógeno de alta resistencia. El examen posterior indicó la presencia de titanio, silicio y manganeso, entre otros elementos.
OVNIS estrellados en Salta
"Un grupo de nuestra policía estuvo en un cerro cerca de la localidad de Incamayo, en la Quebrada del Toro, y vio de cerca el cráter que produjo aquella cosa. Hubo temblores muy fuertes tras el impacto, pero no se encontró ningún vestigio", comentó un agente de la comisaría de Campo Quijano, pequeña localidad situada a 30 km. de Salta, capital de la provincia del mismo nombre ubicada en el noroeste de Argentina.
Junto a dos amigos salteños decidimos seguir adelante con el vehículo todoterreno a través de un camino escabroso, en una zona montañosa de más de 300 metros sobre el nivel del mar. "Sí. Yo lo vi caer por detrás de Incamayo", nos confirmó un maestro de primaria en Campo Quijano, antes de que partiéramos. Vadeamos algunos riachuelos y llegamos en menos de una hora a la aldea de Incamayo. Allí, a 55 km. de Salta, junto a la carretera, está la hacienda Incamayo, donde nos atendió Antonio Cruz, un empleado de avanzada edad, pero con una vitalidad impresionante.
"La cosa cayó allí", nos dijo mientras señalaba con su dedo la cima de una abrupta montaña que se erigía junto a la hacienda. "Yo serví de guía a la gente que vino de la universidad. Tardamos casi una hora en subir, porque se resbala mucho, y vimos esa cueva profunda que antes no estaba allí", me comentó Antonio Cruz.
"¿Qué explicación le dieron aquellos científicos?", le pregunté. "Ninguna. Permanecieron callados. Parecía que no entendían lo que había pasado. Aquello ocurrió el 4 de agosto de 1995, creo que sobre las diez y media de la noche", recordó el anciano. Al cabo de un rato llegó el propietario de la finca, Hugo Mauricio Lazarte, que también nos dio su versión de lo sucedido.
Violenta explosión
"Yo estaba durmiendo cuando me despertó un estruendo y pude oír el ruido de tierra que caía del cerro. No se veía nada porque era una noche cerrada. Al día siguiente seguía cayendo tierra. Intenté acercarme al lugar, pero tuve miedo de los derrumbamientos y de que se tratara de chatarra espacial que tuviera algún elemento radiactivo. Entonces mi hermano, Atilio Lazarte, se puso en contacto con científicos de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Salta. Vinieron algunos días después, pero no encontraron nada", me dijo el testigo.
"Dos semanas después – continuó su relato – Cruz y yo vimos una especie de cometa grande y anaranjado que volaba sobre el cerro. Tenía una cola de la misma dimensión que la bola. Era opaca y no demasiado brillante".
¿A qué velocidad se desplazaba?, le pregunté mientras mirábamos aquellas montañas desnudas de vegetación. "A una velocidad media, ni muy rápido ni muy lento. Fue a las 7.30 u 8 de la noche, aproximadamente", me respondió Lazarte.
¿Qué había chocado contra el cerro de la finca de Incamayo? Según la prensa local, las viviendas cercanas a la zona de la explosión se estremecieron y cundió el pánico entre los lugareños y sus animales, que reaccionaron con desacostumbrado nerviosismo. Perros y gatos se negaban a abandonar las casas, mientras que los caballos relinchaban y se alejaban en estampida de sus haciendas.
El periódico El Tribuno, en su edición del 14 de agosto de 1995, daba fe de que los geólogos Ricardo Alonso y Ricardo Sureda, de la Universidad de Salta, habían visitado la zona del impacto, declarando que "un cuerpo extraño chocó con violencia inusitada en el lugar". La posible trayectoria del mismo fue de sudoeste a noreste y probablemente se trató de un meteorito. Según los geólogos, el objeto quedó completamente desintegrado, porque no encontraron ningún vestigio, aunque no descartaban que hubiera quedado sepultado tras el derrumbamiento que prácticamente hizo desaparecer parte de la ladera del cerro.
Avistamientos en los años 50
La zona en cuestión parece ser un verdadero "hervidero" de OVNIs. En abril de 1956 se registró la aparición de un "cigarro volador" que sobrevoló cuatro veces en el mismo día el Salar de Arizaro, cerca de la localidad de Tolar Grande. Se tomaron diversas fotografías y algunos creyeron que se trataba de reactores del ejército ecuatoriano en ruta entre Quito y Chile.
En esos días, una violenta explosión sacudió las laderas del Nevado Macón, una cumbre situada cerca de Tolar Grande. Dicha explosión fue atribuida a la caída de un cuerpo celeste, calificado de aerolito por algunos y de "cigarro volador" por otros. A finales de 1955 también se presenció en el Macón la caída de un objeto que se pensó era un aerolito. Posteriormente fueron hallados extraños restos metálicos en las laderas del cerro. Merece la pena recordar que, en aquellos momentos, aún no había sido lanzado el primer Sputnik (1957) y, por tanto, los restos no podían pertenecer a este satélite. Algunos informantes declararon haber observado tras la explosión unas huellas de características humanas, pero de proporciones gigantescas, tanto en las arenas del cerro como en los alrededores.
En enero de 1957, después de escalar el Macón, regresó una expedición dirigida por el doctor José Cerato. Éste relató que al llegar a la cima del macizo encontraron "rastros similares a los que podrían dejar máquinas muy pesadas, de base plana, que hubieran aterrizado allí".
El 25 de septiembre de 1956, las agencias de prensa argentinas informaron sobre un nuevo avistamiento de OVNls en la localidad salteña de Pajas Blancas. Varias personas presenciaron el aterrizaje de una extraña aeronave, en forma de huevo y de gran tamaño, que se elevó en espiral cuando se aproximaron los testigos, según comentó el ufólogo Cristian Vogt durante una reunión en Buenos Aires.
Y por si fueran pocos los sucesos ufológicos ocurridos en Salta, el 27 de junio de 1962 sus habitantes vieron cruzar el cielo un enorme "plato resplandeciente". Luego cayó una sustancia, descrita como "fino polvillo ceniciento", semejante al encontrado tras otros aterrizajes de OVNIs que tuvieron lugar en Argentina por aquellas fechas.
La prensa salteña, que siempre cubrió exhaustivamente estos acontecimientos, dio cuenta de un hecho sucedido el 12 de julio de 1968. La ex-directora de una escuela, Elisa Medina, que había salido a la calle con su hija, oyó de pronto un ruido inexplicable que la hizo mirar hacia arriba, advirtiendo entonces cómo un potentísimo haz de luz iluminaba los alrededores. Ambas comenzaron a gritar, pero una fuerza extraña las inmovilizó, dejándolas "como pegadas al suelo".
Más recientemente, en 1996, unos camioneros que venían de San Antonio de los Cobres vieron, mientras pasaban por El Tastil (cerca de la finca Incamayo), una luz que parecía seguirles. El vehículo se quedó sin frenos, que volvieron a funcionar al llegar a la rotonda de Limache, en la entrada de la ciudad de Salta. Pocas semanas después, otros conductores protagonizaron sucesos similares.
La región salteña parece atraer como una especie de "imán" a los OVNIs. En 1978, un piloto de avión, Alberto Cruz, vio una gran bola de fuego cayendo sobre la región de los Toldos. Algunos creen que se trataba del mismo objeto que se estrelló en Bolivia y que atrajo al lugar a militares e incluso a técnicos de la NASA.
Al norte de la provincia, en mayo del mismo año, tuvo lugar la caída de un OVNI cerca del parque nacional de Baritú. La policía de fronteras argentina, dirigida por el comandante Juan Nicaslo Boari, localizó extraños restos metálicos cerca del poblado de Santa Victoria Oeste. En Agua Blanca, en la frontera con Bolivia, se registró un fuerte temblor en el puente internacional sobre el río Bermejo. Y en la provincia de Jujuy, fronteriza con Salta, también se observó la caída de un gran artefacto, seguida de una fuerte explosión, en el área de Humahuaca (Palca de Aparzo) en septiembre de 1988. "En ese mismo año – me contaba en Salta la antropóloga Cristina Bianchetti –, apareció en San Antonio de los Cobres, durante varias noches, una bola gaseosa, una especie de luna inmensa que parecía girar. Dijeron que se trataba del reflejo de una explosión que había ocurrido en la provincia de la Rioja y que iba desplazándose. Me pareció una explicación algo extraña. Recuerdo que una vez, a las dos de la mañana, los camioneros que trabajaban en las Salinas Grandes, cerca de San Antonio de los Cobres, me dijeron que habían visto la esfera, pero más concentrada, en forma de luz. Luego la bola explosionó y ellos se asustaron mucho".
¿Un nuevo Roswell?
El jueves 17 de agosto de 1995, a las 13:45 horas, miles de personas en 300 km. a la redonda vieron una bola de fuego desplazándose por los cielos de la provincia. El objeto volador, que algunos describieron como "plateado, muy grande, con forma de tubo largo", se desintegró antes de tocar el suelo, y sus restos, esparcidos por distintos lugares, arrasaron la vegetación y dejaron profundos surcos en las laderas de las montañas. Antes de desaparecer se escucharon dos violentas explosiones.
El impacto fue tan fuerte que en Joaquín González, una ciudad situada a 145 km. de la capital salteña, se registró un temblor relativamente intenso. Un vecino de esta población logró fotografiar el instante en que el objeto caía del cielo, mostrando una estela de humo irregular y vertical. En las imágenes se aprecia un artefacto oscuro. Otros pudieron grabarlo en vídeo. Casi simultáneamente al momento de la explosión, en Rosario de Lerma, situada a 300 km. del lugar de los hechos, un grupo de rescate se preparaba para averiguar lo ocurrido.
En un primer momento, los integrantes del equipo pensaron que se trataba de un avión estrellado sobre el cerro Crestón, de 3.370 metros de altura. Allí encontraron hierbas y piedras quemadas. Con unos prismáticos vieron un objeto metálico que brillaba bajo los rayos del sol. Pero un comunicado por radio avisó al grupo para que interrumpiera la búsqueda y regresara a Rosario de Lerma, informó la revista Gente, a través de su enviada especial Martha Wierzbicki Posse.
La periodista también afirmó que, después del impacto, varias camionetas todo terreno, conducidas por personas que hablaban en inglés, llegaron a la zona. Según el testimonio de los lugareños, los integrantes de aquel grupo fueron los únicos que pudieron transitar libremente y acceder hasta el lugar donde cayeron fragmentos del objeto volador. Con ellos iban personas de la Universidad de Salta y del Centro Atómico regional.
Un empleado de la universidad, que pidió a Wierzbicki no ser identificado, dijo que los técnicos se habían llevado "grandes pedazos de material metálico, de poco grosor, similar a un papel de aluminio, pero muy consistente. Cuando la prensa local comenzó a hablar del tema se nos ordenó decir que era un meteorito y que mostráramos un pedazo de roca". El informante no rechazaba la posibilidad de que el objeto fuera un resto de satélite, pero descartaba totalmente la hipótesis del meteorito.
No deja de ser curiosa la aparente similitud entre dichos restos y los que aparecieron tras el incidente de Roswell (EE UU). "No estoy hablando de marcianos o de platillos volantes, pero no sabemos qué era aquello, aunque fuimos varios los que vimos el objeto y oímos la explosión", declaró Antonio Galvagno, un piloto experto en fumigaciones.
Antonio sobrevoló durante varios días el lugar del impacto y aterrizó en seis fincas para recoger testimonios. En una hondonada observó una franja de vegetación quemada, "como si algo hubiera derramado una línea con combustible al que se hubiera prendido fuego". Al día siguiente volvió a sobrevolar la zona, pero su avión sufrió una avería, los controles no le respondieron y tuvo que realizar un aterrizaje forzoso.
Relatos de los indígenas
La región del valle y las montañas Calchaquíes es, después del Tíbet, la más alta del planeta. Allí, en la localidad de Los Molinos, conocí a Santo Agostín Sandoval, un indígena de 30 años que recordaba las historias de su pueblo. "Nuestros antepasados sabían por las profecías que los españoles iban a llegar. Hicieron un caserío a 50 km. de aquí, en Tacuí. Es como un fuerte con pircas (muros) de hasta tres metros de ancho y tenía una trampa: un puente que al pisarlo caía al vacío. De allí surge una luz a la que llamamos el Farolito. Mis abuelos y mis tatarabuelos la han visto", me contaba Agostín. El indígena me tenía reservada otra sorpresa, un relato revelador: "Hace muchos años, en 1992, vi tres platos que volaban sobre Ovejería. Yo estaba a unos 3.600 metros, cerca de Cafayate, en un lugar muy seco. Otros lugareños también los vieron. Tenían forma de disco, con un redondel en el medio. Uno, el más brillante, era blanco; la gente decía que el otro era como la luna, pero rojo. En pocos minutos alumbró todo. El tercero era amarillo y volaba más lejos".
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